La palabra Semántica proviene del griego y hace referencia a "lo que tiene significado".
Semántica
La semántica es el estudio del significado de los signos lingüísticos (expresiones, palabras y oraciones). Estudia los signos que existen, su significado, su forma de designarlos e interpretación que de ellos hacen los hablantes y los oyentes.
Clasificación
Semántica general Estudia la influencia del significado en el habla. (El sentido con el que se usan las palabras en el habla)
Semántica pura Se centra en el proceso establecido por la significación. (Lo que significan las palabras)
Semántica lingüística Estudia los elementos del significado y su relación dentro del sistema lingüístico. (El significado que una lengua da a determinadas palabras)
Elabore un texto sobre su experiencia en la escuela indagando previamente el significado la palabra sinónima y la palabra antónima.
El ejercicio consiste en adquirir, implementar y apropiarse de nuevo vocabulario basándose en la explicación del planteamiento teórico sobre semántica y reflexivamente inferir sobre cómo los seres humanos interpretan y generan nuevas significaciones de las palabras.
SOLUCION:
LA UTOPÍA DE UN ERUDITO
Trabajé como maestro en la escuela del pueblo durante 20 años, fue de gran agrado combatir la ignorancia, pero llegó alguien que cambiaría la escuela para siempre.
El maldito leguleyo con aspecto puritano, tras fracasar como abogado llegó a posesionarse de la escuela, ocupando el cargo de rector, imponiendo su paupérrimo discurso lleno de falacias imperdonables y se dirigió a nosotros el orate diciendo: -“Desde hoy cambiaré la actitud crápula de este claustro, reinará el orden y nadie se atreverá a desobedecerme”-
Nadie dijo nada, aceptaron sus palabras, pero yo no pude contenerme. Fue entonces cuando me dirigí a él diciendo: -Disculpe, respetado señor, sé que no soy nadie para decirle a usted la bueno y lo malo que hace, pero me parece que la escuela está perfecta así; nosotros valoramos más la invención que la repetición, más la iniciativa que la obediencia; de modo que no se trata de libertinaje o de una actitud crápula sino de una correcta formación.-
Todos los maestros callaron pero muchos estudiantes me aplaudieron, aunque otros intimidados también callaron; enseguida fui despedido.
Hoy desperté en el crepúsculo del día, en medio de la arboleda y soñando con que algún día se acabará tanta ignorancia y jamás se volverán a reprimir nuestras utopías, ni a timarnos el conocimiento o el aprendizaje.
"EL TEXTO ANTERIOR ESCRITO EN UNA HOJA, FUE HALLADO EN EL BOLSILLO DE NUESTRO ERUDITO MAESTRO UNOS DÍAS DESPUÉS DE SU MUERTE; EL GALENO DEL PUEBLO NOS ENTREGÓ SU CUERPO Y DIJO QUE HABÍA FALLECIDO DEBIDO A UNA GRAN DEPRESIÓN"
Elaborado por: Katerin Tatiana Salamanca Barragán- Karen Lorena Ramirez Casas en colaboración de la profesora: Zulay Liliana Riveros Rosas
Son herramientas de la semiótica. La Urbana, se ocupa de interpretar los signos en la ciudad, de la percepción de los discursos sociales que se construyen, circulan en la ciudad. La ciudad es reconocida entonces, como el escenario de la cultura en donde se encuentran los espacios adecuados para la expresión y producción de las prácticas culturales, ya que en la ciudad la dimensión semiótica de la existencia humana se manifiesta de una manera más intensa. En contra posición existe la semiótica rural que interpreta los signos de los espacios rurales.
Así mismo la semiótica Obsémica u Objetual se encarga de interpretar los signos en los objetos. Dado que el sentido funcional de los objetos surge de su finalidad de uso, sirven para algo. Y se hace signo, en primer término de este sentido (el funcional). Por otro lado cuando los sujetos entran en relación con los objetos, los vuelven significante de su propio mundo personal al construirles sentidos diferentes al de su función. A estos sentidos se les denomina disfuncionales.
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ÉTICA DE LA COMUNICACIÓN Y COMPETENCIA CIUDADANA: RECONOZCO AL OTRO COMO SUJETO DE SENTIDO Y SIGNIFICADOS
SECCIÓN LITERARIA
Leer por gusto:
TALLER DE COMPETENCIA TEXTUAL
La siguiente actividad se debe trabajar en parejas (1 salón de 25 estudiantes) para discutir la temática de la lectura y señalar que signos son propios de las mismas. Debe ser ejecutada en un bloque de clase. (1 hora y 45 minutos).
1. Después de realizar la lectura, discutan en el grupo cómo es la semiótica urbana o los signos que presenta el texto sobre la ciudad con relación a la forma de vida de los protagonistas de la historia.
1. a. Qué características presenta la manera de significar la vida en la ciudad para los indigentes de la historia?
1. b. Qué objetos tienen significado para los protagonistas en la historia?
1. c. Qué significado tiene para los habitantes de la ciudad los indigentes?
1. d. Cuando los indigentes hacen uso de la palabra “Doctor” a qué hacen referencia, qué significado tiene para ellos?
2.Escriban un ensayo de tres páginas de forma argumentativa en la que planteen su posición frente a la problemática de la indigencia. Tengan en cuenta las siguientes preguntas: Qué significa para ustedes la indigencia. De dónde surge?Cuáles son los factores que la producen? Es un problema de estos tiempos nada más? Por qué la guerra cusa indigencia? Cuál sería su propuesta de solución a este flagelo social?
BIBLIOGRAFÍA
·Julia Mercedes Castilla, Aventuras de un niño de la calle, Bogotá, Editorial Norma, 1994.
Autores: Nicolas sanchez León- Katherín Limas Ramirez- Derly Stefanny García Camen en colaboración de la profe: Zulay Liliana Riveros Rosas de español, (PROM 2010 CTS)
Hacen parte de la semiótica como herramienta de estudio de los signos. La Kinésica encargada de interpretar los signos no verbales como los gestos y la expresión corporal. Dado que el cuerpo como percepción y expresión visual, auditiva, táctil, gustativa y olfativa; constituye el fundamento de las formas sígnicas elementales de toda cultura. Permite la creación de los diferentes lenguajes verbales, visuales, gestuales, sonoros, olfativos, gustativos.
Por otra parte la Proxémica, estudia la relación del individuo con el espacio, ambiente o lugar. Dado que el territorio es el sentido de pertenencia espacio temporal que surge de la relación vital del hombre con su entorno esto a su vez le permite lograr identidad y pertenencia cultural.
La siguiente actividad se debe trabajar en grupos de cinco estudiantes (1salón de 25 estudiantes) para discutir la temática de las lecturas y señalar que signos son propios de las mismas. Debe ser ejecutada en dos bloques de clase. (3 horas y 30 minutos).
1. Después de elaborar la lectura, discutan en el grupo qué diferencias hay en el significado que tenía el cuerpo en la Edad Media al significado que tenía en el Renacimiento y discutan del por qué de tales diferencias.
1. a. Qué significa para ustedes el cuerpo?
1. b. Discutan sobre el significado que tiene el cuerpo en la sociedad actual.
1. c. A partir de las imágenes que acompañan los textos dibujen el cuerpo que expresaría los ideales de la sociedad actual.
2.En común acuerdo escojan una de las culturas urbanas que existen actualmente. Investiguen todo lo relacionado con ésta, ideología, atuendo, música, aspecto religioso, costumbres, objetos que implementan en su espacio y cuerpo. Para que finalmente expuestos los trabajos se realice un debate orientado por ladocente. (Pueden representaro disfrazarse como los miembros de la cultura que hayan escogido.)
BIBLIOGRAFÍA
·Jacques Le Goff, “Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, Barcelona, Editorial Gedisa, 1994, pág., 41.
·Ana Victoria Mondada, Introducción al Decamerón, México, Fernández Editores, 1989, pág, 10.
La semiótica se define como el estudio de los signos, la estructura de éstos y cómo se da la relación entre el significante y concepto significado. Un signo (del griego semeîon) es todo lo que se refiere a otra cosa (referente); es la materia prima del pensamiento y por lo tanto de la comunicación.
La semiótica se ocupa de sistemas sígnicos, acontecimientos sígnicos, procesos comunicativos, funcionamientos lingüísticos y cosas así. Es decir, la semiótica se ocupa del lenguaje entendido tanto como la facultad de comunicar que como el ejercicio de esa facultad. La semiótica, por tanto, se ha ocupado de las más variadas cosas: arquitectura, cine, teatro, las modas, las señales de tránsito, la publicidad, la literatura, el arte, los juegos, las normas de cortesía, la televisión, los gestos, y demás de esa índole. El análisis semiótico no es un acto de lectura, sino, más bien, un acto de exploración de las raíces, condiciones y mecanismos de la significación. Cómo está hecho el texto para que pueda decir lo que dice. “Hacer semiótica” significa no sólo identificar los distintos componentes de la semiosis, sino clasificar los distintos tipos de signos y analizar su funcionamiento en sus diferentes niveles.
¡Es verdad! Soy muy nervioso, horrorosamente nervioso, siempre lo fui, pero, ¿por qué pretendéis que esté loco? La enfermedad ha agudizado mis sentidos, sin destruirlos ni embotarlos. Tenía el oído muy fino; ninguno le igualaba; he escuchado todas las cosas del cielo y de la tierra, y no pocas del infierno. ¿Cómo he de estar loco? ¡Atención! Ahora veréis con qué sano juicio y con qué calma puedo referiros toda la historia.
Me es imposible decir cómo se me ocurrió primeramente la idea; pero una vez concebida, no pude desecharla ni de noche ni de día. No me proponía objeto alguno ni me dejaba llevar de una pasión. Amaba al buen anciano, pues jamás me había hecho daño alguno, ni menos insultado; no envidiaba su oro; pero tenía en sí algo desagradable. ¡Era uno de sus ojos, sí, esto es! Se asemejaba al de un buitre y tenía el color azul pálido. Cada vez que este ojo fijaba en mí su mirada, se me helaba la sangre en las venas; y lentamente, por grados, comenzó a germinar en mi cerebro la idea de arrancar la vida al viejo, a fin de librarme para siempre de aquel ojo que me molestaba.
¡He aquí el quid! Me creéis loco; pero advertid que los locos no razonan. ¡Si hubierais visto con qué buen juicio procedí, con qué tacto y previsión y con qué disimulo puse manos a la obra! Nunca había sido tan amable con el viejo como durante la semana que precedió al asesinato.Todas las noches, a eso de las doce, levantaba el picaporte de la puerta y la abría; pero ¡qué suavemente! Y cuando quedaba bastante espacio para pasar la cabeza, introducía una linterna sorda bien cerrada, para que no filtrase ninguna luz, y alargaba el cuello. ¡Oh!, os hubiérais reído al ver con qué cuidado procedía.
Movía lentamente la cabeza, muy poco a poco, para no perturbar el sueño del viejo, y necesitaba al menos una hora para adelantarla lo suficiente a fin de ver al hombre echado en su cama. ¡Ah! Un loco no habría sido tan prudente. Y cuando mi cabeza estaba dentro de la habitación, levantaba la linterna con sumo cuidado, ¡oh, con qué cuidado, con qué cuidado!, porque la charnela rechinaba. No la abría más de lo suficiente para que un imperceptible rayo de luz iluminase el ojo de buitre. Hice esto durante siete largas noches, hasta las doce; pero siempre encontré el ojo cerrado y, por consiguiente, me fue imposible consumar mi obra, porque no era el viejo lo que me incomodaba, sino su maldito ojo. Todos los días, al amanecer, entraba atrevidamente en su cuarto y le hablaba con la mayor serenidad, llamándole por su nombre con tono cariñoso y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya veis, por lo dicho, que debería ser un viejo muy perspicaz
para sospechar que todas las noches hasta las doce le examinaba durante su sueño.Llegada la octava noche, procedí con más precaución aún para abrir la puerta; la aguja de un reloj se hubiera movido más rápidamente que mi mano. Mis facultades y mi sagacidad estaban más desarrolladas que nunca, y apenas podía reprimir la emoción de mi triunfo.¡Pensar que estaba allí, abriendo la puerta poco a poco, y que él no podía ni siquiera soñar en mis actos! Esta idea me hizo reír; y tal vez el durmiente escuchó mi ligera carcajada, pues se movió de pronto en su lecho como si se despertase. Tal vez creeréis que me retiré; nada de eso; su habitación estaba negra como un pez, tan espesas eran las tinieblas, pues mi hombre había cerrado herméticamente los postigos por temor a los ladrones; y sabiendo que no podía ver la puerta entornada, seguí empujándola más, siempre más.Había pasado ya la cabeza y estaba a punto de abrir la linterna, cuando mi pulgar se deslizó sobre el muelle con que se cerraba y el viejo se incorporó en su lecho exclamando:—¿Quién anda ahí?Permanecí inmóvil sin contestar; durante una hora me mantuve como petrificado, y en todo este tiempo no le vi echarse de nuevo; seguía sentado y escuchando, como yo lo había hecho noches enteras.Pero he aquí que de repente oigo una especie de queja débil, y reconozco que era debida a un terror mortal; no era de dolor ni de pena, ¡oh, no! Era el ruido sordo y ahogado que se eleva del fondo de un alma poseída por el espanto.Yo conocía bien este rumor, pues muchas noches, a las doce, cuando todos dormían, lo oí producirse en mi pecho, aumentando con su eco terrible el terror que me embargaba.
Por eso comprendía bien lo que el viejo experimentaba, y le compadecía, aunque la risa entreabriese mis labios. No se me ocultaba que se había mantenido despierto desde el primer ruido, cuando se revolvió en el lecho; sus temores se acrecentaron, y sin duda quiso persuadirse que no había causa para ello; mas no pudo conseguirlo. Sin duda pensó: «Eso no será más que el viento de la chimenea, o de un ratón que corre, o algún grillo que canta». El hombre se esforzó para confirmarse en estas hipótesis, pero todo fue inútil; «era inútil» porque la Muerte, que se acercaba, había pasado delante de él con su negra sombra, envolviendo en ella a su víctima; y la influencia fúnebre de esa sombra invisible era la que le hacía sentir, aunque no distinguiera ni viera nada, la presencia de mi cabeza en el cuarto.Después de esperar largo tiempo con mucha paciencia sin oírle echarse de nuevo, resolví entreabrir un poco la linterna; pero tan poco, tan poco, que casi no era nada; la abrí tan cautelosamente, que más no podía ser, hasta que al fin un solo rayo pálido, como un hilo de araña, saliendo de la abertura, se proyectó en el ojo de buitre.
Estaba abierto, muy abierto, y no me enfurecí apenas le miré; le vi con la mayor claridad, todo entero, con su color azul opaco, y cubierto con una especie de velo hediondo que heló mi sangre hasta la médula de los huesos; pero esto era lo único que veía de la cara o de la persona del anciano, pues había dirigido el rayo de luz, como por instinto, hacia el maldito ojo.¿No os he dicho ya que lo que tomabais por locura no es sino un refinamiento de los sentidos? En aquel momento, un ruido sordo, ahogado y frecuente, semejante al que produce un reloj envuelto en algodón, hirió mis oídos; «aquel rumor», lo reconocí al punto, era el latido del corazón del anciano, y aumentó mi cólera, así como el redoble del tambor sobreexcita el valor del soldado.Pero me contuve y permanecí inmóvil, sin respirar apenas, y esforzándome en iluminar el ojo con el rayo de luz. Al mismo tiempo, el corazón latía con mayor violencia, cada vez más precipitadamente y con más ruido.
El terror del anciano «debía» ser indecible, pues aquel latido se producía con redoblada fuerza cada minuto. ¿Me escucháis atentos? Ya os he dicho que yo era nervioso, y lo soy en efecto. En medio del silencio de la noche, un silencio tan imponente como el de aquella antigua casa, aquel ruido extraño me produjo un terror indecible.Por espacio de algunos minutos me contuve aún, permaneciendo tranquilo; pero el latido subía de punto a cada instante; hasta que creí que el corazón iba a estallar, y de pronto me sobrecogió una nueva angustia: ¡Algún vecino podría oír el rumor! Había llegado la última hora del viejo: profiriendo un alarido, abrí bruscamente la linterna y me introduje en la habitación. El buen hombre sólo dejó escapar un grito: sólo uno. En un instante le arrojé en el suelo, reí de contento al ver mi tarea tan adelantada, aunque esta vez ya no me atormentaba, pues no se podía oír a través de la pared.Al fin cesó la palpitación, porque el viejo había muerto, levanté las ropas y examiné el cadáver: estaba rígido, completamente rígido; apoyé mi mano sobre el corazón, y la tuve aplicada algunos minutos; no se oía ningún latido; el hombre había dejado de existir, y su ojo desde entonces ya no me atormentaría más.Si persistís en tomarme por loco, esa creencia se desvanecerá cuando os diga qué precauciones adopté para ocultar el cadáver. La noche avanzaba, y comencé a trabajar activamente, aunque en silencio: corté la cabeza, después los brazos y por último las piernas.
En seguida arranqué tres tablas del suelo de la habitación, deposité los restos mutilados en los espacios huecos, y volví a colocar las tablas con tanta habilidad y destreza que ningún ojo humano, ni aún el «suyo», hubiera podido descubrir nada de particular. No era necesario lavar mancha alguna, gracias a la prudencia con que procedía. Un barreno la había absorbido toda. ¡Ja, ja!Terminada la operación, a eso de las cuatro de la madrugada, aún estaba tan oscuro como a medianoche. Cuando el reloj señaló la hora, llamaron a la puerta de calle, y yo bajé con la mayor calma para abrir, pues, ¿qué podía temer «ya»? Tres hombres entraron, anunciándose cortésmente como oficiales de policía; un vecino había escuchado un grito durante la noche; esto bastó para despertar sospechas, se envió un aviso a las oficinas de la policía, y los señores oficiales se presentaban para reconocer el local.Yo sonreí, porque nada debía temer, y recibiendo cortésmente a aquellos caballeros, les dije que era yo quien había gritado en medio de mi sueño; añadí que el viejo estaba de viaje, y conduje a los oficiales por toda la casa, invitándoles a buscar, a registrar perfectamente.
Al fin entré en «su» habitación y mostré sus tesoros, completamente seguros y en el mejor orden. En el entusiasmo de mi confianza ofrecí sillas a los visitantes para que descansaran un poco; mientras que yo, con la loca audacia de un triunfo completo, coloqué la mía en el sitio mismo donde yacía el cadáver de la víctima.Los oficiales quedaron satisfechos y, convencidos por mis modales —yo estaba muy tranquilo—, se sentaron y hablaron de cosas familiares, a las que contesté alegremente; mas al poco tiempo sentí que palidecía y ansié la marcha de aquellos hombres. Me dolía la cabeza; me parecía que mis oídos zumbaban; pero los oficiales continuaban sentados, hablando sin cesar. El zumbido se pronunció más, persistiendo con mayor fuerza; me puse a charlar sin tregua para librarme de aquella sensación, pero todo fue inútil y al fin descubrí que el rumor no se producía en mis oídos.Sin duda palidecí entonces mucho, pero hablaba todavía con más viveza, alzando la voz, lo cual no impedía que el sonido fuera en aumento. ¿Qué podía hacer yo? Era «un rumor sordo, ahogado, frecuente, muy análogo al que produciría un reloj envuelto en algodón». Respiré fatigosamente; los oficiales no oían aún. Entonces hablé más aprisa, con mayor vehemencia; pero el ruido aumentaba sin cesar.
Me levanté y comencé a discutir sobre varias nimiedades, en un diapasón muy alto y gesticulando vivamente; mas el ruido crecía. ¿Por qué «no querían» irse aquellos hombres? Aparentando que me exasperaban sus observaciones, di varias vueltas de un lado a otro de la habitación; mas el rumor iba en aumento. ¡Dios mío! ¿Qué podía hacer? La cólera me cegaba, comencé a renegar; agité la silla donde me había sentado, haciéndola rechinar sobre el suelo; pero el ruido dominaba siempre de una manera muy marcada... Y los oficiales seguían hablando, bromeaban y sonreían. ¿Sería posible que no oyesen? ¡Dios todopoderoso! ¡No, no! ¡Oían! ¡Sospechaban; lo «sabían» todo; se divertían con mi espanto! Lo creí y lo creo aún. Cualquier cosa era preferible a semejante burla; no podía soportar más tiempo aquellas hipócritas sonrisas. ¡Comprendí que era preciso gritar o morir! Y cada vez más alto, ¿lo oís? ¡Cada vez más alto, «siempre más alto»!
—¡Miserables! —exclamé—. No disimuléis más tiempo; confieso el crimen. ¡Arrancad esas tablas; ahí está, ahí está! ¡Es el latido de su espantoso corazón!
TALLER DE COMPETENCIA LITERARIA
La siguiente actividad se debe trabajar en grupos de cinco estudiantes (1 salón de 25 estudiantes) para discutir la historia y señalar que signos son propios de la misma. Debe ser ejecutada en un bloque de clase. (1 hora y 45 minutos).
1. Qué signo es, en el texto la locura del personaje?
1. a. Qué significa el hecho de que la muerte del anciano fue por culpa de su ojoy no por sí mismo?
1. b. Señalen alguna persona que en la actualidad y en la realidad, presente los mismos signos del asesino en la historia.
2.Elaboren una imagen que represente, explique y signifiquela historia.
3.Realicen el diseño gráfico del título del cuento. Que éste signifique y represente,por sí solo de qué se trata la historia.
BIBLIOGRAFÍA
Edgar Allan Poe, “El Corazón Delator” (The Tell-Tale Heart), 1843.